La Corona española comenzó a ocupar sus dominios meridionales durante los siglos XVII y XVIII ante la creciente incursión de ingleses y franceses. La primera ocupación no española del archipiélago fue realizada por Francia en 1764. La estrategia española incluyó la creación de una serie de fuertes a lo largo de las costas patagónicas, Puerto Deseado, Floridablanca, Candelaria y Carmen de Patagones bajo jurisdicción del recién creado Virreinato del Río de La Plata. A mediados del siglo XIX, las Malvinas constituían el punto de apoyo de numerosas exploraciones científicas y misionales europeas hacia el extremo sur patagónico y la Antártida. En 1856, se instaló en la isla Gran Malvina una misión anglicana hacia donde eran remitidos miembros del pueblo yámana para ser “civilizados” y “devueltos” a Tierra del Fuego convertidos en predicadores. En 1880, el gobernador Carlos María Moyano, primer gobernador de Santa Cruz del ya consolidado estado argentino -cuya esposa era nacida en las islas- promovió una política activa para atraer isleños al continente. La Patagonia continental ofrecía a los malvinenses el acceso a la tierra, vedado en las islas por el control monopólico de la Falkland Island Company. Los malvineneses en Santa Cruz terminaron comprendiendo que la unión de las islas con la Patagonia era un hecho “racional, beneficioso y hasta inevitable”. Se estima que en la actualidad existe una mayor cantidad de descendientes malvinenses en el continente que los 1300 isleños nacidos en Malvinas.