Malvinas ha devenido un símbolo nacional profundamente arraigado en el pueblo argentino que genera muestras de identificación en todo el continente latinoamericano. El valor geoestratégico del archipiélago permite comprender que lo que está en juego en la cuestión Malvinas es mucho más que la disputa por “dos islitas” o “dos pedazos de turba donde llueve 400 días al año”. Malvinas es símbolo de Nación que, al menos en esta parte del mundo, siempre deviene como consecuencia de la lucha emancipatoria de los pueblos contra la sujeción –material, simbólica y espiritual- de los centros de poder mundial y sus elites locales subordinadas. Malvinas, en tanto símbolo que desborda el espacio geográfico -y sin embargo no puede entenderse sino a través de él- está enraizado en el imaginario colectivo de la abrumadora mayoría del pueblo argentino como una presencia que convoca e interpela por el/los sentido(s) -algo más que mero significado, combinación fecunda entre sentir y pensar- de la propia pregunta fundante acerca de qué es la patria y quienes somos, o quienes vamos siendo, a partir -y a través- de ella.