La cuestión Malvinas evidencia el colonialismo todavía vigente de manera elocuente. En este sentido, es símbolo compartido que despierta solidaridad en todos los pueblos que padecen las variadas y renovadas formas de sujeción imperial. Tales poderes no se “disipan” en el transcurrir histórico, sino que se reconfiguran bajo nuevas modalidades de intervención. Frente a un orden mundial convulsionado en proceso de redefinición debido al empoderamiento de potencias emergentes como China y Rusia, la alianza noratlántica entre EEUU y Europa occidental no se resigna a perder hegemonía y no duda en utilizar el recurso militar para mantenerla. Bajo esta lógica (neo) imperial América latina -el histórico “patio trasero” norteamericano- reducida a la categoría de mera “área de influencia”, representa un escenario fundamental de sus disputas globales. Esto explica la presencia de las –aproximadamente- 72 bases militares de la OTAN, en el todo continente, y la reactivación IV Flota de Fuerzas Navales del Comando Sur norteamericana (USNAVSO/FOURTHFLT) con base en Miami y radio de injerencia en todo el caribe, atlántico y pacífico sur. El complejo militar de Mount Pleasant, manejado por los británicos, es la base más grande subordinada al dispositivo global de seguridad norteamericana.