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Ugarte

República Oriental del Uruguay

Gentilicio: uruguayo/a, oriental; popularmente, charrĂșa

“Uruguay” proviene de la denominación que el pueblo guaraní le da al río caudaloso que baña el país en su lado oeste. En los primeros registros cartográficos y documentales, los conquistadores la consignan como "Uruay", "Uraguay", "Uraig", "Urvaig". La palabra tiene dos posibles significados. Según el padre jesuita Antonio Ruiz de Montoya –autor del libro Tesoro de la lengua guaraní en 1640– dicha palabra significa en castellano “río de los caracoles”. Para Félix de Azara, militar y naturalista español que durante dos décadas explora la región rioplatense –llega a fundar junto a Artigas en 1800 el pueblo fronterizo de Batoví (actualmente Batovy, en Brasil)– el vocablo “uru” refiere a pájaro, “gua” a país o lugar e “í”, a agua. Por lo cual, Uruguay se traduce como “río del país de los pájaros”. En cartas y documentos, los misioneros jesuitas utilizan "Provincia del Uruguay" o "Doctrinas del Uruguay", región del alto uruguay donde implantan sus pueblos y reducciones más allá de aquellas franjas aledañas al río aguas abajo, donde habitan los charrúas, pueblo originario que resiste aguerridamente la intrusión de hombres blancos. Los Jesuitas acceden a las misiones a través de ese río, importante vía de transporte y comunicación.
Durante la etapa colonial hasta entrado el siglo XIX, la región es conocida como "Banda Oriental", denominación que remite a su posicionamiento geográfico de franja de frontera respecto del resto del territorio virreinal. El termino “banda” se usa también en otras denominaciones: "Banda de Charrúas", en referencia al pueblo que allí habita, "Banda Norte" (del río de la Plata) o simplemente "Banda".
En los primeros registros, los conquistadores nombran al río que desemboca en el Río de la Plata como Uruay, Uraguay, Uraig, Urvaig, entre otras. En el siglo XVII, en sus cartas y documentos, los jesuitas utilizaban otras denominaciones tales como Provincia del Uruguay o Doctrinas del Uruguay. En 1776 se crea el Virreinato del Río de la Plata y la Banda Oriental pasa a integrar el mismo, al tiempo que Montevideo se convierte en la capital de la Gobernación que lleva su nombre.
Durante las luchas emancipadoras pasa a llamarse "Provincia Oriental". El termino “oriental” es de suma importancia. Ya no solo remite a un posicionamiento de tipo geográfico, sino que, además, adquiere en la población residente un atributo identitario que la distingue del resto del territorio. Asimismo, la utilización del término “provincia” expresa el proyecto político liderado por José Gervasio Artigas. Este caudillo popular propone la construcción de un sistema federal que nucleara bajo un mismo poder político a las distintas unidades administrativas heredadas del antiguo Virreinato. El proyecto artiguista no concibe bajo ningún aspecto a esta provincia como un potencial Estado independiente. La lucha esta planteada en pos de la emancipación regional y la posterior construcción de un Estado continental confederado. Bajo su liderazgo, la Banda Oriental integra la Liga de los Pueblos Libres que, junto a otras provincias del litoral del actual territorio argentino, declara la independencia en 1815.
En 1820, con la invasión y ocupación luso-brasileña, comienza una nueva etapa. La provincia oriental es denominada por el imperio esclavista como Provincia Cisplatina (“del lado de acá del Río de la Plata”), manteniendo una definición centrada en el aspecto locacional. Es llamada así hasta 1825, momento en que el Congreso de Florida le restituye el apelativo “Oriental” al dejar de pertenecer al Imperio del Brasil y unirse nuevamente con las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Luego de la guerra entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil, en el tratado de paz de 1828 se establece en los artículos I y II la independencia de la “Provincia de Montevideo”. Durante la conflagración armada –favorable a las Provincias del Río de la Plata- las intervenciones diplomáticas inglesas, a través de la eficaz mediación de Lord Ponsonby, dejan al descubierto el objetivo de la potencia europea de impedir que ambas márgenes del estratégico Río de la Plata quedaran en manos de un solo Estado. Desde la mirada británica resulta fundamental la creación de un “Estado tapón”, como base de operaciones autónoma ante las dos grandes unidades políticas regionales- el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas, devenidas luego en Argentina- con el fin de lograr una mayor injerencia en las políticas de territorios y así dominar el tránsito fluvial, única vía posible al interior suramericano. El control británico de los ríos del Plata y Paraná, con base en el excelente puerto natural de Montevideo le asegurarían el libre comercio de sus mercaderías hacia el corazón del continente, particularmente hacia el próspero Paraguay.
Así, al igual que el resto de los países de América Latina, “Uruguay” surge como país como consecuencia de un proceso de fragmentación territorial que es concomitante a la reconfiguración de la identidad oriental –cuyo sentido es fuertemente provincial en el marco de un horizonte confederal propio del ideario artiguista- que pasa a ser referida ahora en términos de pertenencia “nacional”.
En la Asamblea Constituyente de 1830 convocada para organizar el novel Estado se produce un intenso debate acerca del nombre que debe llevar un país cuya población esta fuertemente identificada con su condición de oriental. La facción centralista-portuaria propone como alternativa "Estado de Montevideo", opción rechazada por la mayoría de los constituyentes. Tras la propuesta del diputado Miguel Barreiro, en la Constitución promulgada en aquel año quedan establecidos (y usados de manera indistinta) "Estado Oriental del Uruguay" y "República Oriental del Uruguay". Este último es, finalmente, establecido de modo inequívoco por la Reforma Constitucional de 1918.
Los gentilicios “uruguayo” y “oriental” tienden a asimilarse, pero no son lo mismo. Expresan concepciones diferentes de la nación en ciernes. “Uruguay” prima entre los partidarios del partido colorado, de raíz liberal, que pretenden asociar la identidad nacional a valores universales, propios de una visión cosmopolita que se profundiza con la incorporación masiva de inmigrantes europeos desde fines del siglo XIX y principios del XX. “Oriental”, en cambio, más cercana a la tradición del partido blanco o nacional, implica la afirmación de una pertenencia territorial arraigada donde la condición de “frontera” y la cultura plebeya de origen rural, propia de los gauchos, indios y mestizos seguidores de Artigas, es su marca fundante.