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República del Paraguay

Gentilicio: paraguayo/ya

“Paraguay” es vocablo de indudable cepa guaranítica. Sin embargo, los historiadores no se ponen de acuerdo sobre su significado. La versión comúnmente aceptada es “río que origina un mar”, o “río de los moradores del mar”. Hay otras opiniones: Ludovico Muratori –en Relación de las Misiones de Paraguay, de 1743–, Pierre Charlevoix –autor de Historia de Paraguay, publicada en 1757– y Pedro de Angelis –quien dedica un apartado al país, en el tomo II de su monumental Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las provincias del Río de la Plata, de 1836– coinciden en sus deducciones: para ellos equivale a “río de plumas” o “variedad de colores”, en referencia al abigarrado ambiente que crea la enorme cantidad de pájaros y flores existente. El militar y cartógrafo hispano Félix de Azara, quien recorre buena parte de los actuales Uruguay y Argentina –y consigna sus experiencias y descubrimientos en Apuntamientos sobre la historia natural de los quadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata, editado en Madrid en 1802–, lo traduce como “agua de los payaguaes”, en referencia a una de las etnias de la región. El agregado de la “y”, que en guaraní significa “agua”, redondea el apelativo. Otra teoría sostiene que viene de Paraguaio, nombre de un cacique que lucha al lado de los españoles contra los mbyá, un pueblo altamente hostil al invasor europeo. A pesar de las disidencias, los estudiosos coinciden en que es un término ambiguo, que los conquistadores adoptan sin respetar el uso original dado por los naturales.
Con respecto al “República”, parte del nombre oficial del país, su uso se consolida en 1844, cuando la primera Constitución establece formalmente el “República del Paraguai”, que lentamente va reemplazando al “Provincia del Paraguay” utilizado hasta entonces en virtud de su consolidación como un estado libre, soberano e independiente.
Más allá de que por la Nueva Real Ordenanza de 1783 es convertido formalmente Intendencia –en virtud de las reformas borbónicas que buscan proteger militarmente las zonas de frontera–, durante la etapa colonial se lo considera provincia, y aun después, ya que la denominación está vigente durante las luchas por la emancipación. Y si bien con la declaración de la independencia en 1811 se rompe la pertenencia histórica al Virreinato del Río de la Plata, el término continúa aplicándose; incluso lo hacen los revolucionarios de la Junta Gubernativa. A pesar del conflicto coyuntural con Buenos Aires –que envía una expedición militar a cargo de Manuel Belgrano en setiembre de 1810–, esta persistencia indica la aún existente posibilidad de unión con el resto de las provincias rioplatenses. Así lo declara la Junta cuando propone organizar una confederación por ser “no sólo de un mismo origen, sino que por enlace de particulares recíprocos intereses, parecen destinados por la naturaleza misma, a vivir y conservarse unidos”. La misma concepción se expresa en el Tratado de Amistad, Unión y Límites del 12 de octubre de 1811. Este proyecto se va desvaneciendo en el marco de las guerras civiles y la balcanización que sufre toda América Latina. Así, en 1813, cuando se establece la existencia de dos cónsules para gobernar el país aparece la categoría “República”, al igual que en 1814, cuando el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia es designado Dictador Supremo, y luego, en 1816, al asumir el cargo de Dictador Perpetuo. Aproximadamente por la misma época aparecen las “repúblicas” de Entre Ríos (1820) y Tucumán (1819), producto de la desintegración inducida por la dictadura porteña. A partir de este momento el ideal unionista se desvanece.
En 1842, en el marco del conflicto con el gobierno de Juan Manuel de Rosas –quien considera a la vecina república parte de la Argentina y hasta da a sus productos tratamiento preferencial en el puerto de Buenos Aires, al mismo tiempo que, como a todas las demás provincias, le impide sin embargo navegar libremente hacia alta mar y hace del puerto de Buenos Aires escala obligatoria–, se reúne un Congreso Constituyente que la reafirma como “nación libre, e independiente de todo poder extraño”; además, se avanza en la búsqueda del reconocimiento internacional.
Finalmente, en 1870, luego de la derrota en la Guerra de la Triple Alianza, el proyecto de unidad es ahogado en sangre y los convencionales del momento establecen una Constitución para la República del Paraguay.