República Federativa do Brasil
Gentilicio: Brasileño-ña
Como el de otros países de América Latina, su nombre fue impuesto por los conquistadores europeos que ignoraron las distintas denominaciones geográficas preexistentes. A principios del siglo XVI, los portugueses comenzaron a recorrer esta extensa costa, y a establecer los primeros lazos comerciales con pueblos originarios, repitiendo un método que les había sido fructífero en las costas del África occidental: realizar alianzas con los grupos de la costa para cazar esclavos en el interior. Estos grupos costeros (junto a los pocos colonos que se instalaron en un principio) esperaban la llegada de los barcos portugueses, no solo con decenas de cautivos, sino con vastas provisiones de un árbol abundante en la zona y conocido por los pueblos indígenas por la calidad de sus tinturas. El ybirá pitanga (Caesalpinia echinata), es un árbol de tronco recto, de unos 10 a 15 metros de alto, que proporciona un tinte rojo oscuro, de gran calidad, muy requerido en las ciudades textiles de la época, como las del norte de Italia. El pueblo tupí nambá -estrechamente relacionado con el guaraní, y que habitaba las costas del actual estado de Río de Janeiro y el litoral norte de San Pablo– lo utilizaban para teñir plumas y vestimentas de algodón, y era de gran importancia para la supervivencia ya que con sus ramas se fabricaban los arcos para la caza. El nombre de la especie arbórea hace referencia al color: en lengua tupí-guaraní también significa madera (ybirá) roja (pitanga). Este árbol, que fue identificado por los europeos como palo-brasil (pau Brasil) acabó dándole nombre a todo el territorio. La etimología de la palabra brasil es debatida aún en nuestros días. Identificada tradicionalmente con el sustantivo “brasa”, la palabra también podría tener su origen etimológico en el celta “barkino”, y de aquí “barcino”, nombre que se le daba en el norte de Italia al color de las tinturas rojas. Lo concreto es que ya en los mapas publicados en la primera mitad del siglo XVI (como el de Diego de Ribeiro, de 1529), la tierra “descubierta” por Pedro Álvarez Cabral en 1500, aparecía nombrada con el que era entonces su principal recurso económico. Así, no es extraño que el nombre Brasil, como topónimo, se haya popularizado rápidamente dándole nombre a toda la vasta costa entre la región amazónica y las llanuras platinas. En los siglos siguientes el dominio portugués se extendió por el interior de ese territorio, llevando ese nombre a los planaltos centrales y a la cuenca del Amazonas.
Pedro Álvares Cabral llamó a su “descubrimiento” Isla de Veracruz, y más tarde (cuando se vio que no se trataba de una isla) Tierra de Santa Cruz, pero acabó por imponerse como denominación el nombre del recurso extractivo que alentó el interés comercial de la corona por hacerse presente en esos nuevos territorios. Este árbol es el primer producto americano que le genera cuantiosas ganancias a Portugal debido a su madera resistente, muy apta para la construcción, y a la calidad de sus tintas. Los indígenas son los encargados de derrumbar los árboles y preparar los troncos para que sea transportados posteriormente en los navíos a la metrópoli. La colonización portuguesa se apoyó en una intensa explotación de los pueblos originarios en primer lugar, a los que sumaron luego contingentes humanos arrancados de África para ser utilizados como mano de obra esclava en las inmensas plantaciones de caña de azúcar que reemplazaron, ya en la segunda mitad del siglo XVI, al efímero ciclo del palo brasil.
De esta manera, se da inicio al nombre del país como consecuencia de la voracidad mercantil portuguesa. Sin embargo, la vívida mezcla de sangre, tradiciones, idiomas, creencias e identidades que la empresa conquistadora desata, es el cimiento de una nueva cultura, singularísima e intensamente mestizada, que irá doblegando “antropofágicamente” el origen extractivo de la denominación. En su Manifesto da Poesia Pau Brasil, Oswald de Andrade da cuenta de la originalidad y vigor poético del modo de estar brasileño. Una cultura que mediante “la invención y la sorpresa”, se reapropia de la exuberancia natural al tiempo que "devora" la tradición europea, deviniendo el solo nombre Brasil en pilar fundante de la identidad nacional. “Bárbaros, crédulos, pitorescos e meigos. Leitores de jornais. Pau-Brasil. A floresta e a escola. O Museu Nacional. A cozinha, o minério e a dança. A vegetação. Pau-Brasil.".